Por Juan Gelman
Parecía imposible recortar aún más a la mermada ex Yugoslavia, pero no: con el reconocimiento inmediato de EE.UU. y de la mayoría de la Unión Europea, la llamada independencia de Kosovo es cosa hecha. Poco importa que este acto viole el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y resoluciones de su Consejo de Seguridad. Lo decisivo es que así lo quisieron los “halcones-gallina” de Washington con el sostén de una porción bien armada de la OTAN y el mirar hacia otro lado de la ONU. Las consecuencias son inimaginales y se recuerda la profética frase que Otto von Bismarck acuñara a fines del siglo XIX: “Cuando estalle la Gran Guerra, será por alguna maldita cosa en los Balcanes”. Así fue.
España y otros países europeos rechazaron la autoproclamación. También Rusia, China, Indonesia y otros países con movimientos separatistas que el ejemplo podría alentar. Hasta Turquía se quejó: si la secesión de Kosovo es bienvenida, ¿por qué no se apoya la de la zona turca de la isla de Chipre? Pero Rusia teme además que el asunto tenga alcances más vastos: el débil Kosovo independiente se supeditará por completo a las políticas de EE.UU., que tendría la intención de establecer allí otro segmento del escudo antimisiles a fin de reforzar los de Polonia y la República Checa. El Kremlin está convencido de que se trata de un cerco peligroso para la seguridad de Rusia. ¿No lo sería también, en algún momento, para la seguridad de Europa Occidental? El centro europeo permite vigilar a la derecha y a la izquierda.
EE.UU. empezó el trabajo kosovar hace años ya. Belgrado combatía contra el brazo armado de los separatistas serbo-albaneses, el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), una criatura de la CIA, como Osama bin Laden. Esto fue reconocido por la propia agencia de espionaje, que le proporcionó entrenamiento, armas y dinero, especialmente en 1998 y 1999, poco antes de que EE.UU. y la OTAN bombardearan la ex Yugoslavia durante 11 semanas. El Departamento de Estado calificó oficialmente al ELK de “movimiento insurgente”, aunque sus altos funcionarios decían off the record que eran terroristas. Sí. Milosevic no fue ninguna rosa cándida, pero la minoría serbia de Kosovar no olvidará el 17 de marzo de 2004: el ELK atacó, mató una veintena de civiles, quemó todas las iglesias ortodoxas y dejó en la calle a 60.000 serbo-kosovares. Ante la indiferencia de las fuerzas de paz de la ONU estacionadas en Pristina, la capital, y en la provincia.
W. Bush felicitó cálidamente al primer ministro de la nueva república kosovar, Hashim Thaci, líder del ELK convertido en Partido Democrático de Kosovo (PDK), aunque sus referencias no son precisamente halagüeñas. “El PDK, dirigido por Hashim Thaci, tomó el control de muchas municipalidades después de la guerra. El partido tiene vínculos estrechos con el crimen organizado en la provincia” (The Observer, 29-10-00). “El ELK está relacionado con todos los carteles de la droga conocidos del Medio y Lejano Oriente. Interpol, Europol, y casi todas los organismos de seguridad y de combate al narcotráfico de Europa poseen expedientes de los sindicatos de la droga que conducen directamente al ELK”, subrayó Michael Levine, ex funcionario de la DEA. Se estima que Hashim Thaci, además, controla del 10 al 15 por ciento de variadas actividades delictivas en Kosovo: contrabando de armas y cigarrillos, robo de coches, prostitución y otras menudencias.
Muchos periódicos del mundo reprodujeron en estos días una fotografía célebre tomada en 1999: muestra al jefe terrorista, Hashim Thaci, al observador de la ONU en Kosovo y hoy ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bernard Koucher, a Sir Mike Jackson, entonces comandante de las tropas de ocupación de la OTAN en Kosovo, a Agim Ceku, jefe militar albano-kosovar acusado de crímenes de guerra por los militares canadienses, y al general Wesley Clark, en aquel momento comandante supremo de la OTAN, uniendo sus manos en una montañita juramentándose para lograr la independencia de Kosovo. Las actividades de Hashim Thaci eran ya bien conocidas.
El muy francés Observatorio Geopolítico de Drogas informó que el ELK ayudaba a introducir en Europa Occidental heroína y cocaína por valor de 2000 millones de dólares cada año. Los agentes alemanes que combaten a los narcotraficantes afirmaron que los de Kosovo “lavan anualmente 1500 millones de dólares por intermedio de 200 bancos privados o agencias de cambio” (The Washington Times, 4-5-99). Son los aliados de W. Bush en la presunta tarea de expandir la democracia y la libertad en el mundo. De paso, anuncia que vetará cualquier proyecto de ley que impida a las fuerzas de seguridad estadounidenses aplicar la tortura. Por qué no.
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