La protesta mas efectiva contra la caza de brujas fue la del jesuita Friedrich von Spee, quién en 1631 publicó "Cautio criminales (Precauciones para los acusadores), donde desenmascaró el terrorismo Iglesia-Estado contra los inocentes.
SPEE fue un confesor de condenadas que se angustió ante el asesinato masivo de mujeres que importaba y, escribió este libro pequeño, dividido en cincuenta y dos preguntas, al estilo de las cuestiones escolásticas. Pese a que a uno de sus predecesores y a él mismo pidieron que los condenasen a la hoguera, lo cierto es que murió por razones naturales, atendiendo a soldados víctimas de epidemia de peste.
El discurso crítico de Spee denuncia la construcción procesal del delito: cualquiera sometido al proceso inquisitorial sería condenado por brujería; luego, si desapareciesen esos procesos, desaparecerían las brujas. El interaccionismo simbólico no lo hubiese dicho más claramente.
Spee señala que el prejuicio y la ignorancia o falta de información pública son uno de los elementos fundamentales que permiten la continuidad de esas iniquidades y crímenes. Como buen crítico, responsabiliza a los doctos que escriben y aconsejan sin enfrentar los prejuicios, sino sólo reforzándolos, por conveniencia o por expresar conceptos gratos al poder.
No puede faltar en un discurso crítico la indicación de la funcionalidad del fenómeno al poder, o sea, a los príncipes, que de este modo encontraban a quién responsabilizar de los males (moderna teoría del chivo expiatorio).
El ocultamiento semántico del discurso jurídico es un tema recurrente en toda crítica, o sea, el empleo de vocablos que indican otro objeto distinto del señalado por la misma palabra en el vocabulario corriente. Así, la libre confesión era la prestada bajo tortura.
La inmunidad del represor es cuestionada frontalmente, denunciando los tocamientos impúdicos de los ejecutores con el pretexto de buscar marcas del Demonio en el cuerpo de las condenadas.
La contaminación y la prohibición de coalición son señaladas por Spee, que denuncia la persecución de defensores de brujas y de quienes pretenden paliar sus males.
Spee pone de manifiesto la paradoja de toda emergencia: ésta magnifica el poder hasta absolutizarlo, pero cuanto mayor es el poder del mal, más difícil resulta (y hasta ridículo) pretender controlarlo con la represión.
La responsabilidad de los príncipes también la señala por omisión, toda vez que éstos delegan en sus inferiores las tareas de juzgar y ejecutar. En la actualidad, esto se conoce como autonomización de las cúpulas policiales.
No menos interesante es otra denuncia de todo discurso crítico del poder punitivo: la corrupción. Los inquisidores cobraban por bruja ejecutada (trabajo a destajo) y, además, sostenían un sistema de recaudación de contribuciones supuestamente voluntarias, que no era más que el ejercicio de la extorsión protectora.
Spee concluye reclamando las garantías: la abolición de la tortura, el derecho a un tribunal imparcial, la legalidad de los delitos y de las penas, el principio o presunción de inocencia, la valoración racional de las pruebas y, especialmente, el ejercicio del derecho de defensa penal. Cabe destacar que muy rudimentariamente traza una distinción entre moral y derecho, pecado y delito.
SPEE fue un confesor de condenadas que se angustió ante el asesinato masivo de mujeres que importaba y, escribió este libro pequeño, dividido en cincuenta y dos preguntas, al estilo de las cuestiones escolásticas. Pese a que a uno de sus predecesores y a él mismo pidieron que los condenasen a la hoguera, lo cierto es que murió por razones naturales, atendiendo a soldados víctimas de epidemia de peste.
El discurso crítico de Spee denuncia la construcción procesal del delito: cualquiera sometido al proceso inquisitorial sería condenado por brujería; luego, si desapareciesen esos procesos, desaparecerían las brujas. El interaccionismo simbólico no lo hubiese dicho más claramente.
Spee señala que el prejuicio y la ignorancia o falta de información pública son uno de los elementos fundamentales que permiten la continuidad de esas iniquidades y crímenes. Como buen crítico, responsabiliza a los doctos que escriben y aconsejan sin enfrentar los prejuicios, sino sólo reforzándolos, por conveniencia o por expresar conceptos gratos al poder.
No puede faltar en un discurso crítico la indicación de la funcionalidad del fenómeno al poder, o sea, a los príncipes, que de este modo encontraban a quién responsabilizar de los males (moderna teoría del chivo expiatorio).
El ocultamiento semántico del discurso jurídico es un tema recurrente en toda crítica, o sea, el empleo de vocablos que indican otro objeto distinto del señalado por la misma palabra en el vocabulario corriente. Así, la libre confesión era la prestada bajo tortura.
La inmunidad del represor es cuestionada frontalmente, denunciando los tocamientos impúdicos de los ejecutores con el pretexto de buscar marcas del Demonio en el cuerpo de las condenadas.
La contaminación y la prohibición de coalición son señaladas por Spee, que denuncia la persecución de defensores de brujas y de quienes pretenden paliar sus males.
Spee pone de manifiesto la paradoja de toda emergencia: ésta magnifica el poder hasta absolutizarlo, pero cuanto mayor es el poder del mal, más difícil resulta (y hasta ridículo) pretender controlarlo con la represión.
La responsabilidad de los príncipes también la señala por omisión, toda vez que éstos delegan en sus inferiores las tareas de juzgar y ejecutar. En la actualidad, esto se conoce como autonomización de las cúpulas policiales.
No menos interesante es otra denuncia de todo discurso crítico del poder punitivo: la corrupción. Los inquisidores cobraban por bruja ejecutada (trabajo a destajo) y, además, sostenían un sistema de recaudación de contribuciones supuestamente voluntarias, que no era más que el ejercicio de la extorsión protectora.
Spee concluye reclamando las garantías: la abolición de la tortura, el derecho a un tribunal imparcial, la legalidad de los delitos y de las penas, el principio o presunción de inocencia, la valoración racional de las pruebas y, especialmente, el ejercicio del derecho de defensa penal. Cabe destacar que muy rudimentariamente traza una distinción entre moral y derecho, pecado y delito.
Aquí tenemos un extracto de su libro:
Por increíble que parezca, entre nosotros, alemanes, y especialmente (me avergüenza decirlo) entre católicos, hay supersticiones populares, envidia, calumnias, maledicencias, insinuaciones y similares que, al no ser castigadas ni refutadas, levantan la sospecha de brujería. Ya no Dios o la naturaleza, sino las brujas son responsables de todo.
Así, todo el mundo clama para que los magistrados investiguen a las brujas… a quienes sólo el chisme popular ha hecho tan numerosas
Los príncipes, en consecuencia, piden a sus jueces y consejeros que abran los procesos contra las brujas.
Los jueces apenas saben por dónde empezar, ya que no tienen evidencias (indicia) ni pruebas.
Mientras tanto, la gente considera sospechoso este retraso; y un informador u otro, convence a los príncipes a tal efecto.
En Alemania, ofender a estos príncipes es un serio delito; hasta los sacerdotes aprueban lo que pueda complacerles sin preocuparse de quién ha instigado a los príncipes (por muy bien intencionados que sean).
Si los desvaríos de un demente o algún rumor malicioso y ocioso (porque no se necesita nunca una prueba de escándalo) señalan a una pobre mujer inofensiva, ella es la primera en sufrir.
Sin embargo, para evitar la apariencia de que se la acusa únicamente sobre la base de un rumor, sin otras pruebas, se obtiene una cierta presunción de culpabilidad al plantear el siguiente dilema: o bien se ha llevado una vida mala e impropia, o bien ha llevado una vida buena y propia. Si es mala, debe de ser culpable. Por otro lado, si su vida ha sido buena, es igual de condenable; porque las brujas siempre simulan con el fin de aparecer especialmente virtuosas.
En consecuencia, se encarcela a la vieja. Se encuentra una nueva prueba mediante un segundo dilema: tiene miedo o no lo tiene. Si lo tiene (cuando escucha las horribles torturas que se utilizan contra las brujas), es una prueba segura; porque su conciencia la acusa. Si no demuestra temor (confiando en su inocencia), también es una prueba; porque es característico de las brujas simular inocencia y llevar la frente alta. En caso de que éstas fueran las únicas pruebas, el investigador hace que sus detectives, a menudo depravados e infames, hurguen en su vida anterior. Esto, desde luego, no puede hacerse sin que aparezca alguna frase o acto de la mujer que hombres tan bien dispuestos puedan torcer o distorsionar para convertirlo en prueba de brujería.
En esos juicios no se permite a nadie tener abogado ni cualquier medio de defensa justa porque la brujería se considera un delito excepcional […][de tal enormidad que se pueden suspender todas las normas de procedimiento], y quien se atreve a defender a la prisionera cae bajo sospecha de brujería personalmente… así como los que osan expresar una protesta en estos casos y apremian a los jueces a ejercitar la prudencia, porque a partir de entonces reciben el calificativo de defensores de la brujería. Así que todo el mundo guarda silencio por miedo.
A fin de que pueda parecer que la mujer tiene una oportunidad de defenderse a sí misma, la llevan ante el tribunal y se procede a leer y examinar –si se puede llamar así– los indicios de su culpabilidad.
Aun en el caso que niegue esas acusaciones y responda adecuadamente a cada una de ellas, no se le presta atención y ni siquiera se recogen sus respuestas; todas las acusaciones retienen su fuerza y su validez, por muy perfectas que sean las respuestas. Se le ordena regresar a la prisión para pensar más detenidamente si persistirá en su obstinación… porque, como ha negado su culpabilidad, es obstinada.
Al día siguiente la vuelven a llevar fuera y escucha el decreto de tortura, como si nunca hubiera rechazado las acusaciones.
La condenan pues a muerte sin escrúpulos. Pero la habrían ejecutado aunque no hubiese confesado; porque, en cuanto la tortura ha empezado, la suerte ya está echada; no puede escapar, tiene que morir a la fuerza.
El resultado es el mismo tanto si confiesa como si no. Si confiesa, su culpa es clara: es ejecutada. Cualquier retractación es en vano. Si no confiesa, la tortura se repite: dos, tres, cuatro veces. En delitos excepcionales, la tortura no tiene límite de duración, severidad o frecuencia.
Si, durante la tortura, la vieja contorsiona sus facciones con dolor, dicen que se ríe; si pierde el sentido, que se ha dormido o que está bajo un hechizo aletargador. Y, si está aletargada, merece ser quemada viva, como se ha hecho con alguna que, aunque torturada varias veces, no decía lo que los investigadores querían. E incluso confesores y curas afirman que murió obstinada e impenitente; que no convirtió ni abandonó su íncubo, sino que mantuvo su fe en él.
Sin embargo, si muere bajo tanta tortura, dicen que el diablo le rompió el cuello.
Por otro lado, si no muere bajo tortura y si algún juez excepcionalmente escrupuloso no osa torturarla más sin mayores pruebas o quemarla sin confesión, la mantienen en la cárcel y la encadenan con la máxima dureza para que se pudra hasta que ceda, aunque pueda pasar un año entero.
La acusada no puede liberarse nunca. El comité investigador caería en desgracia si absolviera a una mujer; una vez arrestada y con cadenas, tiene que ser culpable, por medios justos o ilícitos.
Mientras tanto, sacerdotes ignorantes y testarudos acosan a la desgraciada criatura a fin de que, sea cierto o no, se confiese culpable; de no hacerlo así, dicen, no puede ser salvada y participar en los sacramentos.
Sacerdotes más comprensivos o cultos no la pueden visitar en la cárcel para evitar que le den consejo o informen a los príncipes de lo que ocurre. Lo más temible es que salga a la luz algo que demuestre la inocencia de la acusada. Las personas que intentan hacerlo reciben el nombre de perturbadores.
Mientras la mantienen en prisión y bajo tortura, los jueces inventan astutos mecanismos para reunir nuevas pruebas de culpabilidad con el fin de declararla culpable de modo que, al revisarse el juicio, algún facultativo universitario pueda confirmar que debía ser quemada viva.
Hasta los «ciudadanos modelos» cometen delitos y no sólo delitos de bagatela, tal y como Friedrich von Spee señala en su Cautio Criminalis: “15ª pregunta: ¿Qué clase de gente es la que verdaderamente hostiga siempre a los soberanos en contra de las brujas?... El primer grupo está compuesto por teólogos y prelados, que cómoda y ricamente sentados en sus gabinetes, ocupados siempre en sus propios pensamientos, andan en las nubes. De lo que sucede en los tribunales, de los horrores del calabozo, del peso de las cadenas, de los instrumentos de tortura, del desamparo de los pobres, no saben nada.
4 comentarios:
que horrible debe haber sido vivir en esa epoca.por suerte nos toco esta,repleta de derechos para la plebe,donde no existe figura legal alguna que justifique la tortura y donde nos podemos expresar con total y absoluta libertad sobre todo aquello que deseamos,donde los curas y los principes ya no tienen ningun poder sobre nosotros gracias a esta nueva religion llamada DEMOCRACIA.Que suerte!!!! O no?
LA CIUDAD DE SALTA, ARGENTINA, CONMOCIONADA POR LAS MALDICIONES DE UN CONCEJAL ESOTERICO:
El ex edil Guillermo Capellán, siendo Presidente de la Comisión de Hacienda del Concejo Deliberante de la Ciudad de Salta, quiso cobrarle los impuestos al hermano del Alcalde/Intendente Alejandro San Millán, Antonio San Millán.
El Poder Sanmillanista contrató al Abogado Roberto Elio Gareca y este letrado a su vez contrató a un delincuente juvenil, Rodrigo Chavarría (taxi-boy menor de edad a quien Gareca conoció en el Parque San Martín de la Ciudad de Salta) y lo denunciaron por violación. Estuvo 101 días preso y desde la cárcel vaticinó que saldría el día de la Lealtad Peronista, horas más horas menos salió en la madrugada del 18 de Octubre de 2003. Al salir del presidio en Concejal dijo "Quienes participaron en el complot pagarán muy caro lo que me hicieron":
"Al Juez le pasará lo mismo a que a mí, se quedará sin cargo". A los seis meses abogados de la Ciudad de Salta pidieron Juicio Político al Juez de la causa, Luis María Agüero Molina lo destituyeron por motivos relacionados al caso edil ocultista.
"Rodrigo Chavarría, pupilo de Roberto Gareca, hizo una denuncia falsa siendo menor de edad y eso es delito, cuando sea mayor vivirá preso".
Chavarría siendo mayor cometió una estafa y fue condenado por un año, quedó en libertad condicional y a los tres meses cayó nuevamente en manos de la Justicia Federal por "Usurpación de Títulos y Honores y Estafa" y sigue preso.
"Destruyeron mi vida, y ese tipo participó en el estrépito mediático es un empresario de medios y publicidad, yo lo escuchaba desde mi celda decir cosas espantosas... tendrá su merecido" El empresario al que se refería el Concejal Ocultista sería Julio Castillo a quien lo internaron en una clínica con un fuerte dolor de cabeza, se le declaró un tumor cerebral fulminante y murió en horas.
"En el Diario El Tribuno se ensañaron conmigo y el Abogado Gareca publica todas las barbaridades que quiere porque su hermano es el Jefe de Redacción de Noticias Policiales en ese matutino... no importa, ya llegará el día..." Se refería al periodista Sergio Alberto Gareca a quien le descubrienron un cáncer galopante y murió en poco tiempo.
La predicción o "maldición" pulica más dura y contundente del Concejal Astrólogo y Esotérico es cuando vaticinó en la FM Pacífico 92.9 en el Programa del periodista Daniel Salmoral aseguró: "Los San Millán pagarán con lágrimas de sangre lo que me hicieron" Inexplicablemente, el hijo de Antonio San Millán de 16 años murió aplastado por una cortadora de cesped minitractor.
"Siguen haciendome daño por lo tanto siguen acumulando desgracias" En esta frase se refiere elipticamente al Empresario-locutor Martin Grande y al Abogado Roberto Elio Gareca sindicados como los principales responsable de la conspiración por cuanto el presunto violado y delincuente Rodrigo Chavarría los sindicó en su confesión como los autores ideológicos de la denuncia contra Guillermo Capellán. Con respecto a ellos el Esotérico Edil dijo: "tengo todo el tiempo del mundo para verlos caer, ellos son las frutillas del postre"
Salta es la capital turísitica de todo el Norte de Argentina donde viven 600.000 habitantes y en todos los rincones de la Ciudad se comenta: "Las Maldiciones del Concejal Capellán se están cumpliendo". ¡Esto es para pensar porque el edil lo dijo en los medios con mucha anticipación! Si quiere leer el artículo completo escriba en cualquier buscador: "Cadena Global+maldiciones del Concejal" y tendrá mas detalles sobre este tema.
Qué pena de gente, unos y otros. Sólo el perdón nos ayuda a vivir.
Gracias por la información, andaba buscando información acerca de Friederich Von Spee, pero toda los archivos me saltaban en inglés. Con el debido permiso, puse un pequeño link en mi post que dirige hacia este post, si no se considera correcto, será retirado.
Saludos
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