viernes, 4 de abril de 2008

En Homenaje a Fuentealba

Para algunas era "el más pintón" de los docentes de su colegio, para otros "un grandote bonachón", para los más íntimos "un gran compañero de su esposa", pero para todos es fundamentalmente "un tipo solidario".

Es que Carlos Alberto Fuentealba, de 40 años, casado, dos hijas de 14 y 10 años, siempre se preocupaba por la situación de sus alumnos y de la educación pública, según comentaban sus compañeros. Era el delegado gremial del colegio secundario del barrio Cuenca XV, una humilde comunidad que se desarrolla en la barda del oeste de la ciudad de Neuquén.

Fuentealba llegó a la ciudad de Neuquén hace unos 20 años. Alto, morocho, robusto. Nació en Junín de los Andes, un pueblo cordillerano ubicado a unos 400 kilómetros al suroeste de la capital, una zona turística importante que además posee un considerable desarrollo ganadero. Su niñez transcurrió en las puertas del Parque Nacional Lanín, un verdadero paraíso de bosques, ríos y lagos de aguas cristalinas.

Allí, Carlos Alberto estudió el primario, pero cuando se decidió por una carrera secundaria técnica, sus padres lo enviaron a la capital de la provincia. Con cierto interés por la física y la química hizo el secundario en el colegio industrial 2 de la ciudad de Neuquén. Se recibió de técnico químico y, empujado por una fuerte vocación docente, comenzó a dar clases en establecimientos de primaria y secundaria, pero "como es demasiado inquieto y comprometido" —según dijeron sus compañeros— decidió perfeccionarse y cursar el magisterio. El título de maestro lo recibió con el apoyo de su esposa Sandra, quien también es docente de primaria.

“Asesino, asesino” fue el grito que acosó durante un tiempo, al gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch. Después de veinticinco horas de silencio, tras el disparo que condenó a muerte al profesor Carlos Fuentealba, el gobernador mismo asumió en rueda de prensa que él dio la orden de montar el operativo policial que reprimió a los docentes. Fue lo único que asumió. No le pidió la renuncia a ninguno de los responsables directos ni identificó al agente que tiró el cartucho de gas lacrimógeno. La indignación de los maestros que se fueron reuniendo al frente de la gobernación terminó en otra andanada de gases. La bronca mutó en una tristeza absoluta cuando al anochecer se confirmó la muerte de Fuentealba. El repudio a la represión motivó la convocatoria a un paro nacional y movilización de la Central de Trabajadores Argentinos.

Perfil al mes del asesinato del maestro le dedicó un gran reportaje a Sosbich donde lo mostró como una persona comprensiva al decir “con ojos brillosos que recuperó la voz después de una copa de agua”, despues de mencionar el caso. (Fontevecchia)

Desde La Nación el editorialista Mariano Grondona dijo: “que los neuquinos hubieran sabido de antemano que las fuerzas del orden de la provincia, actuando en entero acatamiento a la ley, no permitirían los cortes de rutas y de calles, cuidando así, con respeto y mesura, el orden público. Si contener la violencia callejera que hoy desborda a la sociedad, convirtiéndola en el espacio preferido e impune para la actuación de las más diversas "barras bravas", fuera al contrario, como ocurre en las democracias civilizadas, un hábito cotidianamente vigente entre los policías y los ciudadanos por igual, tampoco el maestro Fuentealba habría muerto”.

Todos hasta el diario La Nación saben que el responsable político desde esta muerte es Jorge Sosbich, pero desde la tribuna de doctrina, todo se justifica, desde el desabastecimiento a un pueblo, hasta la muerte de un maestro.

En otra editorial trataron de argumentar lo injustificable al decir “Tan cruel desenlace ha contribuido a disimular que en ejercicio del legítimo derecho de expresarse en libertad los docentes neuquinos estaban violando otra garantía constitucional: la de transitar libremente, puesto que habían cortado la ruta nacional 22.”

¿Señores de La Nación porque no trataron de la misma forma a los piquetes vip, o para ustedes tiene que haber una justicia para los trabajadores y otra para los agroexportadores? O será que se rigen por la lógica de "a los enemigos ni justicia"

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