lunes, 2 de junio de 2008

LA FRONTERA DEL RENCOR

Pere Maruny / 1-06-2008

Desde lo alto del risco de Menara, donde se encuentra el kibutz del mismo nombre, se ven tres países. En el fondo del valle yace la ciudad israelí de Kiryat Shmona; al frente, los Altos del Golán y la frontera siria; por detrás, pasando un carretera e innumerables vallas de alambre de espino, uno llegaría, de poder cruzar, a Líbano. Es un paisaje bonito a la luz del atardecer. El valle emana una sempiterna neblina debido a la humedad y a su alta temperatura en contraste con las zonas altas. Piscifactorías, campos de cultivo, riachuelos, lagunas y la carretera 90, que cruza Israel de norte a sur, se desperdigan por el fértil valle. La última luz del día ilumina el macizo del Golán, mientras los soldados de la ONU que custodian la frontera libanesa entran y salen de sus barracones, dando por finalizado otro día de tedio.
Sari Goodman, de 26 años, vive en Menara desde hace tres, el tiempo que lleva estudiando humanidades en Kiryat Shmona. En el kibutz fueron testigos de primera línea de la última guerra de Líbano, en el verano del 2006. “Esa base de la ONU”, dice señalando no la primera, sino una segunda base internacional un par de quilómetros en el interior de Líbano, “fue atacada por nuestros helicópteros durante los primeros días de la guerra. Todo el mundo sabía, la ONU los primeros, que era una base de Hezbollah”. La base en cuestión da directamente a la ventana de su minúsculo apartamento. “Los cohetes pasaban por encima de nuestras cabezas; su objetivo era atacar la ciudad [de Kiryat Shmona]”.
Sari pasó su servicio militar obligatorio destinada a Inteligencia. “Si te dijera lo que sé, ellos te matarían”, dice con una sonrisa, antes de zanjar el tema con una buena copa de vino. De su ordenador portátil suena música libanesa y el momento es propicio para preguntar por si ella estaría de acuerdo en la devolución de los altos del Golán a cambio de una paz definitiva con sus vecinos de la región. “Por supuesto que no”, responde como si la pregunta fuera la más estúpida que pudiera hacerse. “La guerra es la guerra, y ellos perdieron. Nosotros somos un país pequeño. ¿Has visto lo grande que es Siria? ¿Para qué necesitan el Golán?” Menciono el tema del agua. “Siria tiene cinco veces más agua que nosotros. Nosotros la necesitamos más”.
La opinión de Sari es compartida por el 70% de los israelíes, según una reciente encuesta. Y da la sensación que ese 30% por ciento restante debe vivir, como mínimo, en Tel Aviv. Desde luego no debe haber un solo habitante de Katzrim entre ellos. Esta ciudad, “capital” del Golán, es el prototipo de asentamiento israelí. Bonitas casas unifamiliares, jardines, parques infantiles y centros comerciales.
A diferencia de los colonos de Cisjordania, sin embargo, en el Golán nadie tiene la conciencia de estar en una tierra ocupada. No hay check points ni muros que dividen el territorio. Claro que tampoco hay palestinos. Los drusos, los habitantes musulmanes de la zona antes de la ocupación israelí, no han dado problemas a nadie. Harto al contrario, son los únicos musulmanes que sirven en el ejército israelí, y muchos tienen la sensación de haber sido mejor tratados por los nuevos ocupantes que por los anteriores dueños sirios. Pero los sentimientos de la comunidad drusa son ambiguos. También los hay, y muchos, que se sienten únicamente sirios, como los habitantes de Magdal Shams. Allí, como en Masada o Bukata, no ondea ni una sola bandera con la estrella de David.
Y si ningún israelí que no vaya de uniforme pone un pie en la franja de Gaza, los Altos del Golán son el centro vacacional por excelencia de los israelíes. Por haber, incluso han montado una estación de esquí en lo alto del Monte Hermom, aunque la temporada no es que pueda ser muy larga, a lo sumo un par o tres de semanas al año. Pese a todo, las innumerables bases militares israelíes, justificadas por ser la zona fronteriza con Síria i Líbano, dos países que no reconocen al estado de Israel, así como la gran cantidad de campos minados, advierten al viajero de que no se ha ido de vacaciones a Disneylandia. -galería de fotos-

3 comentarios:

Rob Rufino dijo...

Es triste ver campos minados, muros, alambrados y torres de vigilancia en una tierra tan bella y tan llena de historia.

El ser humano es así. Un cúmulo de riquezas y bajezas, de vida y de autodestrucción, de amor y odio.

Gracias Cholo por sacarnos unos instante de la locura argenta para llevarnos a las locuras de otros pagos.

Siempre se puede estar peor.

cholo dijo...

Demosle las gracias al Pere que con su mirada lucida nos ayuda a comprender mejor como viene la mano por aquellos lares.

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Las guerras por más justas que sean siempre causaran dolor y muerte.

Es difícil ver como nosotros los seres humanos fabricamos armas para matarnos y dividirnos.

Al final solo nosotros mismos podemos ser artífices de la paz y el entendimiento entre los pueblos.

Todos los fanatismos y radicalismos son dañinos en cualquier zona del mundo, y aún más en Oriente Medio.
Saludos