domingo, 21 de septiembre de 2008

ALMANAQUES

Me compré un almanaque con rueditas, de esas que llevan las mesitas de las teles o las camillas de los hospitales. Me lo compré (y yo nunca compro nada) porque quería mover los días a mi antojo, a veces para atrás, a veces para adelante.


Para atrás hay muchos días para volver, a estas edades demasiados, pero no recuerdo las fechas exactas de todos, apenas de algunos, pero ya no recuerdo que marcaba el calendario cuando dí el primer beso, ni el día preciso que Raquel Welch me descubrió el placer de la soledad, ni cuando escuché por vez primera a Led Zeppelin.


Para adelante no conozco el límite, solo espero que esté muy lejos, con todas sus hojas arrancadas, tachados los días en negro, más allá del horizonte de mis anhelos.


Y a veces preferiré dejarlo quieto, como todos los almanaques, para que siga su ritmo imperceptible de días laboriosos, sin recuerdos.


Y otras veces me gustará pararlo en un día eterno y único que no sea sucedido por ningún otro que lo pueda enterrar en el olvido. Ese día, lo presiento, está adelante, moviendo las rueditas en el sentido de las agujas del reloj, y no está lejos. Será un día de reyes y magias, de cielos claros y cruces del sur, de pasaportes y humedades, de pies en los suelos y manos en tu espalda. Ese día ya está marcado color verde en mi almanaque veloz.



2 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Los almanaques nos torturan con el tiempo, yo pienso que es suficiente el vivir el día de hoy, ya que el afán diario nos da mucho trabajo y dejarle el día de mañana a Dios.

Y en días pasados, pues aunque no recordemos fechas exactas, lo importante es que en algún momento lo vivimos de una manera muy real y bella.
Saludos

ella tambien dijo...

que linda la imagen que hagas pie en ese abrazo.

que nunca falten.