La familia alemana Quandt es el argumento de un documental que ganó el premio Hans Joachim Friedrichs de periodismo televisivo. Sin embargo, como la familia Quandt casi no habla a lo largo de los 70 minutos de filmación, la película se titula Das Schweigen der Quandts, que a su vez alude a la célebre El silencio de los inocentes (en el original: The silence of the lambs).
Los Quandts, dueños mayoritarios de la automotriz BMW, con una fortuna estimada en unos 20 billones de euros, una de las familias más ricas y poderosas de Alemania, tienen buenos motivos para guardar silencio. Digamos, para aprovechar la imagen, que los Quandts tienen la misma necesidad de guardar silencio que el conductor de un BMW que lleva un cadáver en el baúl. A fin de cuentas, de dinero, cadáveres y autos caros trata esta historia.
Durante los años de entreguerras, Günther Quandt, colocó los cimientos que transformarían la empresa familiar en un moderno grupo textil: adquirió plantas eléctricas y compró la mayoría de las acciones de la fábrica de acumuladores AG AFA. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, esos acumuladores fueron utilizados para la construcción de motores de submarinos de guerra, mientras que la fábrica textil proveía al ejército nazi de cobijas y otras de las empresas familiares fabricaban armas y municiones para la maquinaria bélica.
La Primera Guerra hizo rico a Günther Quandt, el patriarca, un fabricante de uniformes que proveyó al ejército alemán. Según los datos que recogieron Eric Friedler y Barbara Siebert, directores del documental, entre 2002 y 2007 en archivos, documentos y testimonios tomados en Alemania y el exterior, aquel primer Quandt juntó capital y favores políticos y compró empresas en bancarrota. Poco antes de la Segunda Guerra, el tío Günther se concentró en la producción de pilas y baterías con AFA (hoy Varta) y, claro, el ascenso de los nazis al poder –sostenidos entre otras cosas con aportes económicos de Quandt desde 1933– trajo suculentas posibilidades de agrandar el negocio al rubro armas y municiones.
En 1943, cuando ya trabajaba con su hijo Herbert, Günther recibió apoyo directo de la SS para cumplir su sueño industrial: un campo de concentración. Si bien el documental no aclara cuántas baterías producía la fábrica, se sabe que consumía unos 80 trabajadores mensuales, literalmente. Los trabajadores, judíos y disidentes condenados al trabajo forzado, se deslomaban hasta caer muertos en el lapso de un mes, no contaban con protección alguna para manipular químicos y tóxicos y eran perfectamente desechables. Pero estas 80 bajas eran pronto reemplazadas con “material” de otros campos de concentración.
Salvo notorios empresarios involucrados con la causa nazi, los tribunales de Nuremberg no castigaron a los Quandt ni a los de su calaña, que salieron airosos.
Las herederas
Son cinco hermanas y poseen gran parte del imperio familiar, de más de 20.000 millones de euros. Nietas de Magda Goebbels, Cuatro generaciones han bastado para que entre los 100 alemanes más ricos nada menos que ocho lleven el apellido Quandt.
Algo más de un 10% de esta fortuna está en manos de cinco mujeres, cinco hermanas, que pese a la sangre que corre por sus venas y al inmenso capital que gestionan, no son conocidas, no aparecen en revistas. Ni siquiera llevan el apellido paterno.
Harald, el padre de estas cinco herederas, creció al amparo de su madre y de su padrastro. Hizo las delicias de su madre y de Goebbels emprendiendo una carrera militar como paracaidista. Creyó en el ideal nazi hasta finales de la guerra, cuando su ilusión se transformó en fatalismo y resignación. Recibió la noticia del suicidio colectivo de la familia Goebbels en un campo de prisioneros de guerra en el norte de África.
Magda asesinó con arsénico a las cinco niñas que tuvo con Goebbels, de entre 12 y cuatro años, para suicidarse luego junto a su marido. El dinero estaba a resguardo, el silencio también.
Los Quandts, dueños mayoritarios de la automotriz BMW, con una fortuna estimada en unos 20 billones de euros, una de las familias más ricas y poderosas de Alemania, tienen buenos motivos para guardar silencio. Digamos, para aprovechar la imagen, que los Quandts tienen la misma necesidad de guardar silencio que el conductor de un BMW que lleva un cadáver en el baúl. A fin de cuentas, de dinero, cadáveres y autos caros trata esta historia.
Durante los años de entreguerras, Günther Quandt, colocó los cimientos que transformarían la empresa familiar en un moderno grupo textil: adquirió plantas eléctricas y compró la mayoría de las acciones de la fábrica de acumuladores AG AFA. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, esos acumuladores fueron utilizados para la construcción de motores de submarinos de guerra, mientras que la fábrica textil proveía al ejército nazi de cobijas y otras de las empresas familiares fabricaban armas y municiones para la maquinaria bélica.
La Primera Guerra hizo rico a Günther Quandt, el patriarca, un fabricante de uniformes que proveyó al ejército alemán. Según los datos que recogieron Eric Friedler y Barbara Siebert, directores del documental, entre 2002 y 2007 en archivos, documentos y testimonios tomados en Alemania y el exterior, aquel primer Quandt juntó capital y favores políticos y compró empresas en bancarrota. Poco antes de la Segunda Guerra, el tío Günther se concentró en la producción de pilas y baterías con AFA (hoy Varta) y, claro, el ascenso de los nazis al poder –sostenidos entre otras cosas con aportes económicos de Quandt desde 1933– trajo suculentas posibilidades de agrandar el negocio al rubro armas y municiones.
En 1943, cuando ya trabajaba con su hijo Herbert, Günther recibió apoyo directo de la SS para cumplir su sueño industrial: un campo de concentración. Si bien el documental no aclara cuántas baterías producía la fábrica, se sabe que consumía unos 80 trabajadores mensuales, literalmente. Los trabajadores, judíos y disidentes condenados al trabajo forzado, se deslomaban hasta caer muertos en el lapso de un mes, no contaban con protección alguna para manipular químicos y tóxicos y eran perfectamente desechables. Pero estas 80 bajas eran pronto reemplazadas con “material” de otros campos de concentración.
Salvo notorios empresarios involucrados con la causa nazi, los tribunales de Nuremberg no castigaron a los Quandt ni a los de su calaña, que salieron airosos.
Las herederas
Son cinco hermanas y poseen gran parte del imperio familiar, de más de 20.000 millones de euros. Nietas de Magda Goebbels, Cuatro generaciones han bastado para que entre los 100 alemanes más ricos nada menos que ocho lleven el apellido Quandt.
Algo más de un 10% de esta fortuna está en manos de cinco mujeres, cinco hermanas, que pese a la sangre que corre por sus venas y al inmenso capital que gestionan, no son conocidas, no aparecen en revistas. Ni siquiera llevan el apellido paterno.
Harald, el padre de estas cinco herederas, creció al amparo de su madre y de su padrastro. Hizo las delicias de su madre y de Goebbels emprendiendo una carrera militar como paracaidista. Creyó en el ideal nazi hasta finales de la guerra, cuando su ilusión se transformó en fatalismo y resignación. Recibió la noticia del suicidio colectivo de la familia Goebbels en un campo de prisioneros de guerra en el norte de África.
Magda asesinó con arsénico a las cinco niñas que tuvo con Goebbels, de entre 12 y cuatro años, para suicidarse luego junto a su marido. El dinero estaba a resguardo, el silencio también.
Fuentes:
http://www.elciudadano.net/NOTAS/nota.php?nombre=EDIM-08-12-2008-011
http://www.dw-world.de/dw/article/0,2144,1725388,00.html
http://video.google.com/videoplay?docid=-363409574704299677
4 comentarios:
Fortunas como esas manchadas de sangre hay cientos que lucraron con la guerra y con la obra de mano esclava judía y de otras religiones y nacionalidades.
Yo tuve una amiga que ya murió, que sobrevivió a un campo de concentración y nunca pudo superar el horror de la guerra y jamás después de ser una mujer libre y próspera en los EEUU , jamás volvió a consumir ningún producto fabricado en Alemania.
Saludos
Esta historia desgraciadamente se repite continuamente en el mundo de los negocios.
Por suerte tengo el honor de ser supongo el único que un día por cosas del destino le di una solemne colleja delante de todos sus amigos en un Hall de un hotel jejejej
Cada ser Humano puede expresar su opinión según parezca, sin embargo el respeto debe mantenerse aún contrario a los ideales, se que ha pasado mucho tiempo y los Judios se siguen quejando de su desgracia, Yo pregunto que pasaría si nosotros los americanos, si es que lo somos?... Lloraramos por un Holocausto aún mayor y no publicitado como el de los judios... La extinción de todos los indios de America, la violación de sus mujeres, el robo de todo el Oro de America, claro me imagino que en esa epoca como no existian los derechos humanos entonces no tenemos de que quejarnos. Es una lastima que el ser humano no recuerde sus pies descalzos, no recuerde sus raices y siga viviendo en un pasado que ya no esta en nuestras manos. Yo los invito a pesar de que no creo en religiones a que vivan el presente y apliquen "El mal no es un ingrediente necesario en la vida de ninguna persona"
Publicar un comentario