Jeremy Bentham, importante pensador utilitarista, se ocupó de conceptualizar, clasificar y explicar el constante recurso de la falacia en la arena política. En su Tratado de los sofismas políticos, el citado filósofo británico caracteriza al sofisma como un falso argumento revestido de una formalidad más o menos capciosa.
Aunque no implique necesariamente la mala fe del parlante, siempre importa algún grado de sutileza. La característica que hermana a los diferentes tipos de sofismas es que todos son directamente “extraños a la cuestión”, o sea, ajenos al cálculo preciso de beneficios y perjuicios que una medida o decisión concreta puedan ocasionar a las personas involucradas en ella.
Su finalidad consiste en evitar el examen concienzudo, racional y utilitario de una cuestión recurriendo al peso de un juicio u opinión que se pretende infalible. Dentro de esta categoría, los más habituales son:
Los sofismas y falacias son tales para solo aquellos que lo ven como tales.
Su uso recurrente en boca de los políticos tiene como base entender que "La clave de la vida política es CONVENCER" donde el político deberá mostrar su superioridad argumentativa. Cualquier forma de argumentación que se pretenda superior a otra deberá probarlo en el mismo ruedo político: es decir convenciendo.
Bentham distingue tres grandes grupos de sofismas pero nos interesarán particularmente los llamados sofismas dilatorios.
Estos procuran remitir el tratamiento de una cuestión a otra oportunidad, arguyendo cualquier tipo de motivos ajenos a la cuestión en sí. Los más frecuentes son:
1. el sofisma del quietista (“no hay nadie que se queje, ergo, la medida no es necesaria”);
2. el sofisma del tiempo mas oportuno (“la medida es buena, pero este no es el momento oportuno para ponerla en practica”);
3. el sofisma de la marcha gradual (“la medida es buena, pero conviene implementarla por partes y lentamente”);
4. el sofisma de desconfianza (“la medida en sí y aisladamente es buena, pero constituye el primer paso hacia el caos, pues abre el camino a otras medidas que en sí serán nefastas”);
5. el sofisma de los personalismos injuriosos (“aunque la idea parezca buena, si proviene de Fulano, debe haber gato encerrado”);
6. el sofisma de los personalismos adulatorios (“si Mengano cree que no es oportuna, por algo debe ser”);
7. el sofisma de diversiones artificiosas (“me opongo porque pienso proponer una medida mejor mas adelante”).
Cualquier simulitud con cualesquiera de las declaraciones hechas a propósito de los temas de actualidad, así como la falta de oportunidad para el tratamiento de la ley de radiodifusión, es pura y mera coincidencia.
Tomado del Blog de Francisco José Bessone
Periodista Rosarino
Tiene un programa en Radio del Plata Rosario. 107.5 FM de lunes a viernes de 19 a 21 horas.
Recomendable
Su blog: http://bessone.blogspot.com/
2 comentarios:
Muy bueno! Y muy piola de tu parte al levantarlo, porque se aplica muy bien a la actualidad.
Un saludo y feliz día!
Uhh cuando leía los sofismas me acordaba de tantos ejemplos...
El sofisma de la desconfianza, por ejemplo, hoy se usa electoralmente por unos y otros...
El de las diversiones artificiosas se lo escuché al responsable del asesinato del Ángel de la Bicicleta cuando salió la 125.
En fin, toda una guía sobre cómo oponerse a medidas de todo tipo y no solo en la política.
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