jueves, 12 de junio de 2008

La apropiación de una ciudad


Tanto Tomás Abraham como Lilita Carrió hacen un esfuerzo enorme en tratar de convencernos que ya no existe la oligarquía. En un discurso casi calcado de María Julia Alzogaray cuando nos decía que teníamos que dejar de ser proletarios a ser propietarios, y no quedamos ni propietarios ni proletarios, sino pauperizados.
La nueva identidad de la derecha nos muestra al campo como el sector de mayor movilidad, si la movilidad de que hablan, es construir edificios en las ciudades con el dinero que evaden al fisco o cargar con cuatro o cinco bolsas todos los fines de semana en los shoppings estamos de acuerdo.
Pero lo que nos llega del campo a Rosario para los sectores bajos y medio bajos no es para nada auspicioso ni para nada movilizador: el boom inmobiliario impulsado por la soja, nos ha forzado a pagar los alquileres mas altos de la historia de la ciudad, y los precios de los inmuebles han trepado entre 850 y 1200 dólares el metro cuadrado en zona de bulevares, gracias al transgénico granito, haciendo inalcanzable para cualquier miembro de nuestra franja.
La rentabilidad y la evasión fiscal en los campos del sur de Santa Fe generaron la necesidad de volcar dinero como inversión y los ladrillos parecen ser la opción más segura. Muchos optan por comprar viejas edificaciones con lo cual estamos perdiendo el sentido de la ciudad, y demolerlas para erigir torres con departamentos, la gran vedette de la construcción rosarina, sufriendo la transformación urbanística mas nefasta de todos los tiempos.
Andrés Garibaldi, de Dunod Propiedades, destacó que el 70% de los compradores son inversores y que la gran demanda está dada por los estudiantes de la cuenca sojera, las nuevas empresas y el impacto del sector agropecuario.
El precio de la indumentaria y en esparcimiento se disparó por causa del mismo motivo, alquileres ilógicos fomentados por la renta extraordinaria de los jeques del glifosato, que los empresarios descargan sobre toda la población. Todavía nos quedan nichos, cada vez más pequeñitos donde concurrir a los sufrientes rosarinos que no tenemos atado nuestros ingresos al bendito campito.

El hilo por lo más delgado

Todo este panorama lleva a que suframos aumentos en servicios que la Municipalidad tiene que afrontar, pero en vez de cobrárselo al nuevo sector, lo divide desmesuradamente entre todos, inclusive a los que elegimos desde siempre vivir en esta ciudad y no por una cuestión coyuntural granaria.
Al no poder afrontar los nuevos costos, Lifschitz entre otras cuestiones, opta entre otras, el de eliminar presupuesto en el área de Cultura y Educación, al negarle aumento a los pasantes del área, con sueldos ya bajos y eliminación de algunos espectáculos que disfrutamos los habitantes de esta ciudad.
Binner proclama que del conflicto se sale con el campo y no contra el campo, mientras niega aumentos a los docentes, ¿Que hacemos en la ciudad y en la provincia? El intendente anuncia un nuevo aumento del boleto, tirándole la toalla al gobierno nacional por los subsidios. Si en serio quiere diferenciarse, en lugar de quedarse esperando ¿no puede conciliar con la oposición un impuesto extra a sectores que los rosarinos no hacemos uso, como los hoteles de cinco estrellas, niños mimados del sector campero, y a los puertos haciendo un fondo para el aumento del viaje urbano y otros servicios que utilizamos los rosarinos? ¿O de verdadera distribución de riqueza no se puede hablar? ¿No podría gravar la provincia con impuestos a los sellos a las sociedades, a la producción de biocombustible y a General Motors, hoy exentas del tributo, en vez de hacer sentir el peso en los sectores más vulnerables y negar aumentos de salarios? Pero como siempre más fácil es cortar el hilo por lo más delgado.


Un pequeño ejemplo de lo que podemos hacer los vecinos: poco pero bueno

Un grupo de vecinos del barrio Sarmiento presentaron un proyecto en el Concejo con el objetivo de salvaguardar el patrimonio de dos instituciones que se ven amenazados por el boom inmobiliario que vive la zona. Se trata del club Argentino y Agua y Energía. Ambos corren peligro de que sus terrenos sean negociados por la comisión directiva de turno para que privados construyan grandes emprendimientos inmobiliarios. De esta manera, el barrio perdería un espacio verde. Por este motivo, los vecinos propusieron -al Concejo- el cambio del código urbanístico, a través del cual, en caso de que los clubes sean vendidos, en esos terrenos se aplique la nomenclatura "H3", para que sean "destinados a recreación privada", agregando que "se permiten únicamente construcciones, reformas o ampliaciones, limitando la superficie edificable al mínimo admisible, para preservar al máximo el uso al que están destinados".
De esta manera, los vecinos conservarán un espacio social y de esparcimiento por excelencia como son los clubes de barrio.

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