domingo, 27 de julio de 2008

LA DANZA MACABRA DE ORIENTE MEDIO

El intercambio de presos,cadáveres y restos humanos entre Israel y Hezbolá sella un ominoso final a la segunda guerra de Líbano


Faltaban pocos minutos para las diez de la mañana en Israel cuando las primeras imágenes televisivas finiquitaban cualquier especulación, cualquier esperanza para familiares y allegados. Los féretros de Ehud Goldwasser y Eldald Regev, cuyo secuestro a manos de Hezbolá inició la segunda guerra de Líbano dos años atrás, regresaban a Israel para ser sepultados. Terminaba así el primer acto de este macabro espectáculo.
Atrás quedaba una larga y tensa espera. Pese a que oficialmente ya se hablaba de la suerte de ambos soldados, hasta última hora sus familiares no perdieron la esperanza. Se llegó a barajar la posibilidad de que uno de los dos estuviera vivo. El propio líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, había alimentado cualquier suposición al decir, en el preámbulo de esta obra funesta, que las informaciones que daban por muertos a ambos soldados tan sólo eran “especulaciones”.
Segundo acto. Tras la identificación y verificación de los cadáveres, análisis de ADN mediante, llegó la hora de los presos que Israel entregaba a cambio de los dos cadáveres. En escena cuatro coristas –militantes de Hezbolá capturados durante la última guerra- y la estrella principal, todos los focos apuntándole. Samir Kuntar, sobre quien pesaban cinco cadenas perpetuas más 47 años de cárcel adicionales por el asesinato de tres israelíes en 1979, iba a ser liberado.
Kuntar era, hasta hoy, el preso libanés más veterano en las cárceles hebreas. Para los israelíes representa el prototipo del despiadado terrorista que nunca se ha arrepentido de sus actos. Para Hezbolá, Kuntar es un valeroso guerrero, un ídolo al que piensan rendir todos los honores. Unos y otros le convirtieron en símbolo. Y Kuntar, feliz tanto en el papel de héroe como en el de villano, aparecía en escena dispuesto a saborear un momento tan deseado.
Superado el momento del clímax, las luces bajaron de intensidad, pero el espectáculo continuó, más grotesco si cabe. Llegaba la hora de los restos humanos. Partes de soldados israelíes caídos en combate dos años atrás en los campos de batalla libaneses cruzaban la frontera de vuelta a casa. En la dirección opuesta, un primer cargamento formado por ocho cuerpos de milicianos libaneses y cuatro palestinos cruzaba el paso de Rosh Hanikrá. Entre ellos había los restos de Dalal Mughrabi, una mujer palestina involucrada en el ataque a un autobús que costó la vida a 35 israelíes en 1978.
La función llegaba a su fin. El epílogo fue una larga cola de camiones de la Cruz Roja Internacional acarreando los cadáveres de los hasta 199 guerrilleros de Hezbolá incluidos en el trato. Detrás del último bajó el telón de una obra iniciada dos años antes. Y lo que para algunos fue un final feliz, para otros el desenlace no podía ser más amargo.
Y es que a nadie se le escapa el significado último de este intercambio. La jornada de luto decretada en Israel trasciende a la suerte de los soldados secuestrados por la guerrilla islamista. El intercambio, en Israel, se ha vivido como el reconocimiento de un fracaso, la constatación de la derrota del ejército en la última guerra librada. Ningún objetivo militar se cumplió hace dos años. Hoy, el precio a pagar ha sido muy alto. Israel es, a día de hoy, un país herido en lo más profundo de su orgullo.
Justo al contrario que Hezbolá. La guerrilla islamista es hoy más fuerte que nunca. Líbano decretó la jornada de ayer como festiva y todo el mundo se apresuró a felicitar al Partido de Dios. “Hoy es un día de victoria para la unidad del pueblo, del ejército y de la resistencia”, declaró el ministro de defensa libanés, Elias Murr. Desde Palestina también llegaron mensajes de felicitación. Por una vez, tanto el presidente palestino Mahmud Abbas, como los islamistas de Hamás estaban de acuerdo en algo. Hamás, que mantiene secuestrado al soldado israelí Guilad Shalit desde hace dos años, ha visto en el canje con Hezbolá la llave para conseguir, también ellos, todas sus demandas. Está claro que, en Oriente Medio, la danza macabra tiene aseguradas unas cuantas representaciones más con un público entregado.

Pere Maruny / 17-07-08

1 comentario:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Me uno a tu post, creo que el titulo es perfecto, y Israel perdió más que a sus hijos en este intercambio macabro, y sin sentido.
Saludos