lunes, 4 de mayo de 2009

La marcha de las berenjenas

Cumpliendo con mi conciencia, mi condición social y las obligaciones sindicales de mi mujer, asistí el viernes pasado, 1º de mayo, al acto de apoyo a los trabajadores de la empresa Mahle de Rosario (ex DANA).
La planta de la autopartista de capitales alemanes, ubicada en la Av. Perón al 5600, fue tomada por sus trabajadores para pedir la intervención del Estado para que no se cierre esta fuente de trabajo y “evitar el vaciamiento” por parte de los gerentes y propietarios según directivas recibidas desde Europa.
Al acto del Día del Trabajador realizado en la puerta de la fábrica acudieron no solo los 500 trabajadores damnificados y sus familias sino gran cantidad de estudiantes, gremialistas de diversas ramas, estudiantes, gente del barrio y trabajadores de empresas recuperadas y autogestionadas para brindar su apoyo y unirse a la lucha.
Nosotros estuvimos un rato y podemos dar testimonio de la impecable movilización que allí tuvo lugar.
Posteriormente partimos a compartir un almuerzo con amigos en una fenomenal casa quinta a las afueras de Rosario, en el que tratamos temas del acontecer nacional, nuestros hijos jugaron en el césped y el asado y el vino corrió la suerte de los ahorros de los jubilados en manos de Alderete, Cavallo y María Julia ... pasaron misteriosamente de su lugar de pertenencia original a engrosar nuestros abdómenes en cuestión de minutos (¿ horas ?).
Todo se desarrollaba con total armonía y espíritu de amable cordialidad, hasta que un hecho que podríamos llamar “de la vida cotidiana” trajo a mi mente a esa pobre gente que reclamaba por su fuente de trabajo.
Accidentalmente un grandísimo frasco que contenía berenjenas en escabeche cayó de la mesa y se hizo añicos en el piso.
Fue un instante que recuerdo cuadro por cuadro ya que me encontraba al lado con un vaso de vino y algo más en la otra mano, impedido de abrazar la preciada conserva.
Quedamos todos con la mirada fija en semejante desparramo durante un lapso prolongado, y cuando levanté los ojos ví el rostro de la desazón, del no saber si gritar ó llorar de quién había preparado esa exquisitez. No por el valor dinerario sino por el esfuerzo y amor vertido en la tarea.
Inmediatamente se me dibujaron algunas de las caras que había visto en la marcha por Mahle.
Gente triste que había pasado 10 o 15 años poniendo el lomo en esa empresa y que de un día para otro ve como todo su esfuerzo se desmorona y despedaza, sin que nadie sepa sobre su historia y de lo que significó presentarse a trabajar todos los días ahí.
Disculpen lo extraño y exagerado de esta comparación pero no la cree a drede, fue una instantánea que me bombardeó la mente.

D-M-T

6 comentarios:

cholo dijo...

No hay nada como saber leer metáforas de la realidad.Notable su manera de pensar,Demóstenes.
Cuando escucho a la gente que empieza con tecnicismos económicos,macronúmeros,teoría de derrames (probablemente cerebrales) y sabios por el estilo que la tienen reclara,pienso que es gente que nunca le tocó perder,que no sabén ni sospechan lo que es quedarse sin nada entre las manos y casi sin esperanzas.Sin embargo siguen hablando y dándonos cátedra mientras muchos se quedan sin futuro.Muy triste,che.
Abrazos

Claudio Casco dijo...

Me da placer leerlo Demóstenes.

Un abrazo.

El anónimo dijo...

Impecable, simplemente impecable.

Serenito dijo...

En el año ´99 un proveedor me llevó a una empresa textil para mostrarme una modificación en una caldera para aumentarle el rendimiento. Cuando llegamos había alrededor de 50 tipos en la puerta de la fábrica con banderas y haciendo una olla popular. La empresa había dejado de producir y hacía un par de horas que les habían dado la noticia a los operarios. Es la imagen más triste que recuerde, nunca vi tanto dolor concentrado.

Anónimo dijo...

Coincido con Cholo, la comparación es mas profunda que el mejor análisis repleto de números. Además, creo que a todos nos ha pasado lo que a la persona de la anécdota de las berenjenas, por lo que es fácil llegar al corazón de lo que se quiere explicar con una sensación que seguramente todos vivimos alguna vez.

Salutes.

Mariángeles dijo...

La metáfora impecable. La culpa por haber hecho que las berenjenas literal y no metafóricamente se estamparan contra el piso, incalculable.